miércoles, 18 de noviembre de 2020

RELATOS DE VIAJE: El gesto del canal

EL GESTO DEL CANAL

Traigo para contarles una curiosa historia, esta vez de viajes; el relato, fuera de todo programa, de unos hechos que fueron, primero, una grata sorpresa, pasando a descubrimiento de viajero  y después, una obligación a contar en los próximos circuitos , en el epígrafe de sana costumbre a imitar.

    Su  protagonista: un chaval sencillo con su acto sencillo. Cuándo y dónde: mientras formábamos una trupé de turistas guiris por tierras de la bella San Petersburgo. La  de los mil canales, su río Nevá  y puentes por doquier. La ciudad de las catedrales  a la que llaman Venecia del Norte; la de palacios y bellezas arquitectónicas más allá de su plaza con el Palacio de Invierno y museo Hermitage entre, aún, brumas imperiales y ecos soviéticos.

 

        Pero de lo que voy a contarles, no hay nada por mucho que rebusquen en folletos turísticos y webs  especializadas. Aquel día, nuestro grupo iba de gira fluvial como rezaban las pegatinas.  Al subir a la barcaza, ni nos damos cuenta de sus agasajos pensando en mi cámara, mi sitio, mi plan, hará frío o lloverá… siguiendo a la guía. Creímos  que sería uno más de la tripulación.

 

        Llevábamos días viajando por los países bálticos, viendo un sin fin de gente a nuestro paso que nos traía souvenirs o música, su baile o disfraz; ofreciéndonos agua y víveres como medio de ganarse la vida. Tengo que decir que a su manera, reconociendo que  de una forma especial, nada violenta como por aquí. Tampoco recuerdo el ver personas mendigando nuestras monedas. Alguien dijo que estaba penado y que no se les permitía acercarse pero tampoco  vi policías persiguiendo a nadie ni carreras a lo top manta .

         

          Nuestro vocerío hispano tapaba el ruido de la hélice emprendiendo el tour y el altavoz que recomendaba bajar las cabezas al pasar por  debajo de la avenida Nevsky.  Fue cuando, por encima de toda aquella vorágine, Antonia  exclamó:

 

-          Mirad… nos está diciendo adiós

 

-     Es el chico que antes nos ayudaba a subir a la embarcación - respondía su  observadora hermana-

 

            En éstas que descubríamos una diminuta imagen surgiendo de las maravillas a un lado y otro del canal tras balustradas imperiales. Entre palacios e iglesias, ponía su nota, más allá de los auriculares y fuera de circuito,  vistiendo camiseta descolgada, bañador bermudas  y  sufridas zapatillas.  Empezaron los primeros comentarios sobre quien sería, qué hacía allí, si era su trabajo como grumete, o  simplemente su modus vivendi. Pero nuestra preocupación estaba en la caza de imágenes, del mejor enfoque o posición y en la tan traída búsqueda  de canal de los dichosos auriculares traductores.

 

-        

  Ahí está otra vez

 

-          ¿Dónde?

 

-          ¿No lo veis? …En ese puente de enfrente

 

Nuevas voces venían a sumarse a la descubierta

 

-          ¡Nos está siguiendo!

 

-          ¡Vaya, sí que se ha dado prisa!

 

      Al punto, hacia él dirigimos los flahses y se formó un batiburri  apostando  por si llegaría a tiempo al siguiente puente. Por encima del normal cauce plagado de construcciones históricas flotó un misterio que nos llamaba poderosamente la atención y  que ya distraía nuestras miradas.

 

-          ¡Por ahí va!

 

-          Fijaros como corre.

 

Venía a poner una nota dispar entre la gente que paseaba o descansaba en las orillas que ni

siquiera levantaba sus miradas a nuestro paso hartos ya supongo de ver pasar canoas repletas de turistas y que para nosotros eran un ornamento más del paisaje. Destacaba la frescura de su figura escuálida corriendo, sudando y al llegar a su altura, verla hecha sonrisa al tiempo que extendía  aquella mano que se nos antojó milagrosa.

 

-          ¡Míralo, qué majo!

 

      Y allá que estaba, de nuevo,  con un semblante de radiante alegría. Tras cada cruce y en cuanto le dábamos la popa, emprendía su carrera sorteando obstáculos una y otra vez para plantarse en el siguiente puente delante de nuestra popa. ¡Y eran unos cuantos! Tanto y  tanto sudor y esfuerzo gratuito que vino a calar en nuestras almas, acabando por aclamarle en cada pasarela y viaducto

 

-          ¡Adiós, adios… adiooos !!! – coro de voces, en español, que iban en crescendo y que

empezaron a despertar la atención a más de uno.

 

       Precioso viaje, mejores explicaciones y excelentes vistas pero al final, sabed que con lo que más nos quedamos, fue el poder saludarlo, en persona , a nuestra vuelta. Ni siquiera entendía nuestro inglés por lo que fue imposible hablar con él, pero todos nos volcamos en intentar agradecerle aquellos saludos que nos cautivaron sobremanera.  Ni siquiera le pedimos el nombre pues se quedará como el gesto y no la palabra. Un gesto que nos dio qué pensar y  que nos caló más hondo, mira que es difícil, que aquellos lugares patrimonio de la humanidad e imágenes de la Sangre Derramada

 

       Alguien le dio una propina pero conste que tampoco él pedía nada. Igual todo aquello era un montaje más en pos de la subsistencia; con todo, a la chita callando, había ganado nuestros corazones y de qué manera. Fuera espectáculo o no, nos había dado una lección de la vida.

 

      Ahora, allá donde viajo, busco  esa figura que saluda nuestra vida. Así  que ya sabéis, jóvenes y posibles copiones del invento, turoperadores y público en suma: Saludar, decid adiós, dar gracias… ser más generosos en vuestros gestos, en suma, que huérfanos como estamos de calor humano, la gente necesita de estas cosas y viaja por ahí en busca de su arca perdida

 

       Y acabo animándote, amigo lector, para que si alguna vez viajas por allí buscando nuevas experiencias te subas  a  aquella  barca y descubras aquel muchacho de la mano y sonrisa tendida. Dile, por favor, que seguimos, de él, aún hablando.

 

Francisco Torralba López

Crucero 2010





 



 

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