miércoles, 18 de noviembre de 2020

24 DE DICIEMBRE

 Haciendo la mili escribía este cuento. Eran los años 1978-79

      Los incansables rayos retornan a las profundidades. Un tono grisáceo en un cielo empolvado cubriendo un paisaje que ya no es campo. Infinitos mundos metálicos en infinitas bifurcaciones: un mundo en el que el progreso es el supremo rey  y  la técnica  su consorte  y donde la más preciada criatura ha quedado postergada  a ser una rueda más en el engranaje Y a pesar de todo,¡ aún se respira un olor humano!

    

     Uno de tantos habitáculos en uno de tantos cenicientos lugares del antes azul planeta. Uno de tantos  entes  grupales, antes llamados familias, en otro de sus huecos existenciales, antes  conocidos como simple rutina . Absortos delante de la pantalla  e impasibles ante  las ultimas noticias: “La Guerra toma nuevas proporciones…” “Hambre en lejanas tierras…”  “Otra  epidemia…” “Más inventos…”. Un  vocerío  que sólo interrumpen  anuncios acerca de cómo defender mejor sus casas, compren tal o cual artículo, mejoren su aspecto y belleza o ganen el concurso de turno.  Después, vendrán las películas intrascendentes con héroes de barro tan ficticios como la realidad misma. Nadie habla y cada uno tiende a sus adentros en un sueño que no es sueño, en un pensamiento que ya no es pensamiento.

     Allá que están, en otro mundo, a pesar de todo y todos, un abuelo y su nieto

     El mayor que sigue ensimismado en sus recuerdos ¡Lo único que le queda! Sueña con un río y una embarcación que él mismo dirige aún con fuerzas, sorteando mil escollos en busca de un horizonte que  es su propia muerte. A su lado,  el pequeño enzarzado en sus juegos. Al punto, la mirada centenaria hace parada naviera y le contempla; entre arrugas se adivinan muecas primitivas de alegría.

     Un almanaque, roído por el tiempo y botín rescatado de algún baúl, comienza a ser descuartizado en un infantil impulso. Al punto, una arrugada mano detiene el inocente  homicidio mientras  una voz  viene a romper el protocolo de reinante silencio

-         ¡N... n... no...noo¡ ¡Esa no!

Sorpresa y  unos ojos inocentes que por fin le preguntan:

-         ¿Por qué, abuelo?

Miradas  rebeldes que se entrecruzan y saltan destellos del olvidado diálogo.

-         ¿Pero es que no te has dado cuenta? ¡Es el 24 de diciembre!

Curiosidad, sorpresa y la puerta del entendimiento que al fin se abre.

-         ¿Qué significa 24 de… qué?

Y aquél, en tono solemne, pronuncia:

-         24 de Diciembre

 Toma aire, mira la techumbre y reclama:

-         Pero, ¿es que nadie te ha hablado de esta fecha ? Verás... es una vieja historia tan antigua como la misma vida…( Se detiene, le cuesta articular pero el mismo eco le hace tomar nuevos bríos y comienza un relato  al que una fuerza irresistible le arrastra)  Hace muchos años hubo una época en la que el hombre era hombre , no un zombi como ahora y poseedor de un cuerpo y un alma. Su parte física le proveía de sus necesidades materiales y le haxía vivir pero lo más maravilloso  era que su otra parte, mucho más poderosa e infinitamente sabia, le hacía entrever lo que estaba bien de lo que estaba mal…

-         ¿Bien? ¿Mal? No entiendo ¿Qué quieren decir?

-         El bien y el mal eran los dos extremos entre los que hacía equilibrios, vivía y

actuaba sabedor que entre ambos se encontraría a sí mismo. Y no era nada fácil,

-         Ya, como ahora .Yo también quiero ser fuerte, ¿sabes? Así  podré  capitanear mi propia nave y vencer a las fuerzas oscuras.

-         Sí, pero... a este soldado sólo le mantenía un ideal,  una fe como la llamaban, una creencia  en algo que estaría por encima de todo: un Dios. Ven, acércate.

      Dubitativo y falto de práctica, nuestro infante se le acerca atraído por la curiosidad innata a las historias y leyendas.

-         ¿Sabes que se está bien así?

    Y tras una pausa cómplice vuelve el pequeño a interrogarle

-         Pero dime ¿quién es ese Dios y donde vive?

-         Mira, igual que yo estoy encima, y por encima mío está esa lámpara, más allá  el techo y mucho más lejos las estrellas…allí está ese ser supremo  y  sólo hace falta creer que con él  viviremos juntos y

-         ¿Y qué tiene que ver ese ser tan fantástico con esta hoja de papel que no me has dejado arrancar?

-         En los años de los que te hablo, era una fecha memorable, unos días de júbilo en los que se conmemoraba el nacimiento del Hijo de Dios del que contaba.

-          ¿Y quién era ese Hijo? Debería ser un alguien muy importante como  para

ofrecerle todos un cumpleaños en su honor, ¿no?

-         ¡Y tanto! En su calidad de Dios de los Hombres, nos envió a su propio Hijo para que se hiciera un humano más, sufriera como tal  y hasta dejó  que fuera  blanco  de todas las burlas y vejaciones para  con ello hacernos entender con el ejemplo lo importante que es amar  al que está a tu lado, más allá incluso de la muerte.

-         ¡Qué historias te inventas ¡

-         No hijo mío, es una larga historia más vieja que la vida misma  e igual que yo te la estoy contando así me lo contó  mi abuelito y a él el suyo y así hasta  el más remoto de nuestros antepasados.

    Y en este punto, el calor humano hace saltar la chispa: el tan ansiado abrazo del joven que embelesado por la historia se deja acurrucar en el regazo de aquel hombre que ha abierto su corazón. Ambos se recrean en el mágico candor y el muchacho que henchido de  gozo levanta gozo candor

-         ¡Hace falta  que venga otra vez abuelo1 Por qué no ha continuando naciendo? No telo había contado pero ¿sabes que sueño?... Veo a papá contento y feliz, juega conmigo y hasta me hacía carantoñas; jugaba en la calle  pues había eso que llamáis árboles  y tenía amigos ; en la tele no había hambre ni guerras; mamá tenía tiempo y hasta me besaba…Y a ti abuelito, te veía cada vez más contento, hasta por morirte y todo…¿Sabes que te digo? ...Que lo buscaré ¡Sí!  Y le diré que venga otra vez. Cuando lo encuentre lo haré mi amigo y se lo presentaré a todos. ¡Vendrá, seguro que lo hará! Algo me dice que me has dicho la verdad y que nos querremos  todos mucho.

     Se dibujan ahora rostros de felicidad. Fluye una nueva savia que la irradia. Dos corazones encontrados en otro y flamante inicio y la estancia que queda iluminada de un amanecer nuevo ¡Hasta el supremo astro parece haber mudado  de aspecto contagiado  de tan tierna escena!

     Y en un rincón, amarillento y ya casi sin hojas, el viejo calendario de su dolor saca fuerzas de flaqueza para dibujar una sonrisa y al cielo se encomienda. Su última y casi única hazaña. La Navidad está a las  puertas.

 

FRANCISCO TORRALBA LOPEZ

Allá por 1979 haciendo la mili


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