Y en este
horribilis 2020 que nos llevó del todo a la nada, de la abundancia en las mesas al estar contandolas; del feliz
Navidad a que se pasen estas de felices
nada fiestas, de la vacuna de los besos y los abrazos a la esperar la del Pfzer
ése ,de volver a casa con los familiares
a los confinamientos perimetrales; de
los establecimientos abarrotados a las
restricciones, de imponerse los silencios de la mascarilla a los cantos de villancicos y aguinaldos... levanto
otra vez mi voz para repetir como hace algunos años : Para Navidades, las de
antes
Relato que
decía:
Jamás podré
olvidar lo que sentía en aquellas fechas navideñas de mi infancia! Entre
garrapiñadas y peladillas, entre turrones y boniatos, en largas mesas
familiares con abuelos y tíos a los que ya nunca podré abrazar, porque se
fueron, casi sin avisar, en alguno de esos insoportables espacios de tiempo que
separan a una Nochebuena de otra"
Vale que las de hoy sean todo un fenómeno
mundial, un espectáculo de luz y color, de
deseos de paz y amor, de inteculturalidad y marketing, pero yo también pagaría , amigo
Jorge, por volver a vivir las simples,
locales y austeras navidades de antes.
Y volvía a mis recuerdos... Sabía que se acercaba como al cochino esperaba
su matanza. Había que ir a esperar la chelvana
que traía a mi hermano con su caja
,todo un lote de cosas sabrosas entre polvorones, castañas y bebidas raras.
Todos los de fuera volvían a casa por navidad
a los sones del Almendro, Raphael
repicaba con su tamborilero y
Perales cantaba que ya era Navidad.
La escuela y la parroquia montaban
el gran belén en la iglesia a lo Paco Martinez Soria . A los quintos de ese año
les tocaba plantar el pino en el centro la plaza y encaramarse a él pa
colgarle unas bombillas pintadas. El arbolico y belén en casa tardaría lo suyo y del papa Noel ni se sabía
ni se esperaba.
Otra vez ansío que sea la hora para salir a pedir el aguinaldo, cantando
campana sobre campana tocando mis campanilleros acompañando por la zambomba, pandereta, carraca
y castañuelas y cuella de amigos al
grito de saca la bota María para ir a
repartirnos cuatro caramelos, alguna pastica, naranjas o mandarinas.
En
la tele sonaba al mundo entero de la coca cola alrededor de un árbol luminoso y veíamos desfilar a las muñecas de
Famosa camino del portal en una general
electrica en blanco y negro que daba los especiales de Navidad y películas entre cortes del Lobo y Antiu Xixona. La radio
ponía su retintín en la lotería y los discos dedicaos de aquellos emigrantes por
Alemania
Tocaban a la puerta sereno, cartero y
guardias a pedir su particular aguinaldo que no sé por qué a ellos si que les
daban buenas perras. Llegaban las felicitaciones de los parientes lejanos , cristmas decían que luego entendí que no era otro latinajo. En
el kiosko revistas y tebeos eran
especiales y hacían saltar mi imaginación al leer cómo se
celebraba la Navidad en otros lugares que yo no entendía: Lo de matar el pavo, los
urbanos rodeaos de regalos, el mercadillo navideño cargao de cosas
inimaginables...
Parece que veo ahí a mi madre
ajetreaica con los preparativos. moliendo la almendra pal turrón, atesorando azúcar,
coco y harinas, yendo y viniendo al horno. A la caza del calendario y
enseñándome el zaragozano autentico galimatías
que por entonces no entendía que fuera almanaque si no tenía los numericos y
aquellas láminas y retratos todo un arte a mis ojos.
Vacaciones cortas entre calles vacías por ser
época de olivas y helarse uno con aquella
pana, tapabocas, felpa y calzones largos, gorra de orejeras que
poco podían con tanto carámbano en las canaleras y corrientes de aire
que te dejaban seco en aquellos días de escarcha y mucho frío. Con suerte
nevaba y allá que nos juntábamos la chiquillería a guerrear con la nieve y hacer muñecos y bolas
que lanzábamos por las cuestas.
Nochebuena
era la gran celebración a base de sidra
el gaitero que sólo los ricos bebían champán, en copas anchas, de esas que
ahora se usan para servir postres, De
acabar frente a la chimenea toda la familia
reunida y hasta vecinos con los
chascarrillos y villancicos de turno acompañadas de instrumentos variopintos y pelearnos por comerse el turrón blandico y las
nueces con higos. Poner oídos a la interminable historia del hombre de los 365 días
y la de aquel de tantas orejas y nariz
como quedaban al año. O a aquel cuento mágico de una pesebre en Judea
y 3 reyes magos... Como a las once y
media de la noche, acudíamos a la iglesia
helándote de frío pero enseguida te olvidabas escuchando los villancicos
cantados por el coro a la luz de los
cirios y la estampa de las figuras del belén gigante del altar mayor. La tal
misa del gallo acababa yendo a ofrecerle al niño sabrosas pastas y dulces que
después todos nos merendábamos entre parabienes
acompañadas con anís y mistela, A los chiquillos nos dejaban
probarlo que por entonces era bueno pa los huesos y daba buenas ganas de comer
como rezaba el anuncio de una famosa kina.
El fin
de año era de juerga y pa los jóvenes. Guateques en casa de alguno o fiesta en tal o cual discoteca. Merecería
capítulo aparte.
Los Reyes eran el remate y sólo para entonces que las tiendas del pueblo
se llenaban de juguetes y cosas maravillosas que nos llevaban a dejarnos, embelesados,
los mocos pegados en sus escaparates.
Los reyes venían sí, pero sólo hasta el tablao preparado en la plaza
donde no sé por qué siempre eran los mismos en recibir regalos mientras los
demás nos teníamos que contentar en esperarlos
a que llegaran por la noche a la casa. Claro que antes había que
escribirles una carta .Bien larga que la hacíamos y bien que les poníamos de
comer y beber en el balcón . Y ellos que bien pronto terminaban : el juego de carpintero
o albañil, caballico con carrito de madera, la cartera de cartón y los lápices
alpino. Por fin un juguete de
cuerda y hojalata, coches de plástico ...
Y como siempre te decían que este año los
reyes no tenían mucho dinero, que no podían llevar tantas cosas, que
estaban muy liados y como siempre, te lo creías. Acababas asimilando que
eran los padres así que a la callada te conformabas y
dejabas de no pedirles muchas cosas. Pero es lo que había
apostillaba mi madre
Contento de haberme convertido en
el patriarca al que a su casa se junta
la familia en estas fechas tomando el testigo de mis antecesores no dejo de
rebuscar en mis adentros para estar a la altura de aquellos años. Y vuelvo a la senda de
aquellos recuerdos que enseguida me hacen aflorar sentimientos de sencillez y
ternura, de penurias y sueños. Difícil reto éste , de hacer felices las
navidades en una época de estar hartos de todo y todos así es que reivindico la
de los viejos tiempos al grito de que pa
navidades aquellas y que aquéllas de
antes quisiera imitar.
Aqui acababa el alegato que
en estos tiempos de recortes lo hacen más fuerte. El espíritu navideño continúa sólo falta que miremos en nuestros
adentros donde vivirlo por muchos
consumismos y pandemias que vengan.
Francisco
Torralba Lopez
(sobre un
escrito mío del 2014)
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